miércoles, 25 de abril de 2018

Micrografías


MICROGRAFÍAS

Irene Sánchez Carrón
Madrid, Visor, 2018, 72 págs.
XVI Premio Emilio Alarcos

   Irene Sánchez Carrón (Navaconcejo, Cáceres, 1967) es licenciada en Filologia Inglesa por la Universidad de Extremadura y en Filología Hispánica por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. En 1991 impartió clases de español en Londres y en la actualidad es profesora de enseñanzas medias en un centro de Cáceres. Además de colaborar en un numerosas revistas y publicaciones colectivas (como Voces poéticas en femenino editado por la A. C. Norbanova), ha publicado los poemarios Porque no somos dioses (1998, Premio Hermanos Argensola de Barbastro), Escenas principales de un actor secundario (2000, Premio Adonais), Atracciones de feria (2002, Diputación de Cáceres, col. AbeZetario), y Ningún mensaje nuevo (2008, Premio Antonio Machado de Baeza).
   Ahora la editorial madrileña Visor publica Micrografías, que logró el XVI premio “Emilio Alarcos” de poesía de 2017 concedido por un jurado presidido por Luis García Montero. En él, la escritora cacereña recoge unas composiciones que se alimentan de distintas venas líricas: los recuerdos infantiles de un mundo rural (“Final de la infancia”, “Una casa para los pájaros”, “Mientras cogías moras”…), la cotidianidad del presente (“Líneas de autobuses”, “La chica de al lado”…) o la tradición cultural tanto popular (“Canción de amigo”, “La bella durmiente…”…) como culta (“Confesiones de Adán”, “Perséfone presiente la llegada del invierno”). A este último grupo pertenece la composición que reproducimos, un texto culto pero de “línea clara” que recuerda (y recrea) el regreso de Ulises a su patria contemplado desde la mirada de la fiel esposa.


PENÉLOPE SE DESPIDE DE ÍTACA
Sin palabras, sin dioses, Ítaca es solo el mar
Y un cielo que la aplasta.

FRANCISCA AGUIRRE

Cantad, Musas, que al fin Ulises regresó
y su presencia altera la calma de la casa.
Las liras celebraron el porte del guerrero,
pero nada contaron del viejo abatido
que ha vuelto a perturbar esta dulce ruina.

¿Quién puede resistir
caminar tras un héroe a todas horas,
devolviendo su sitio a los objetos
y borrando las marcas de sus dedos,
mientras te cuenta historias insensatas?

No pretendo negar que en esos largos años
poblé la soledad de pequeñas costumbres
que se me han hecho gratas, y ahora el cuerpo las busca
como persigue un río su curso extraviado.

Contad, Musas, también esta verdad
que quizá el tiempo oculte
y decid que hace mucho que dejé de esperarle
para gozar sin límites cada minuto mío,
la sandalia en los pies al despuntar el alba,
el rocío en la yema de los dedos,
la res sacrificada por algún pretendiente,
la franqueza del vino derramado en la boca,
la túnica en el suelo frente al balcón abierto,
la labor de la luna sobre un torso desnudo,
el filtro de la voz que custodia un secreto
y el hilo del deseo en el huso olvidado.

Cantad esta versión alguna vez,
Musas esquivas,
que Ulises regresó
y no tiene sentido
que yo me quede en Ítaca.

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