viernes, 3 de noviembre de 2017

La composición de la sal


LA COMPOSICIÓN DE LA SAL

Magela Baudoin
Bolivia, Plural Editores, 2014, 118 págs.
Presentación de Alberto Manguel


   Nacida en Caracas en 1973, Magela Baudoin es una escritora boliviano-venezolana que ha cultivado géneros periodísticos como el artículo, el reportaje, la entrevista y la columna en periódicos y revistas bolivianos, un terreno al que pertenece su primer libro (Mujeres de costado, 2010). Sus relatos han aparecido en antologías y revistas digitales como Otro cielo (Argentina), Suelta (Guatemala) y Círculo de poesía (México). Con su primera novela, El sonido de la H., logró el Premio Nacional de Novela de Bolivia de 2014. Su siguiente libro, La composición de la sal, obtuvo el Premio Hispanoamericano de Cuento “Gabriel García Márquez” de 2015 y ha sido publicado recientemente en España por la editorial barcelonesa Navona.
   La composición de la sal reúne catorce relatos, que son “sin duda singulares, ofrecen meticulosas observaciones, comparten un acto secreto y aluden a algo siempre mayor que el argumento que proponen. Es como si Baudoin nos contara sus relatos con la mayor aparente franqueza, pero nosotros, los lectores, intuimos detrás de las palabras una reticencia oscura, motivos nunca confesados, razones secretas, personajes y lugares de cuyo nombre Baudoin no quiere acordarse” [Presentación, p. 11].
   Reproducimos un fragmento del relato que cierra la compilación, en que dos seres desvalidos dejan insinuadas de modo indirecto tres tristes vidas sometidas a destinos despiadados.

“-Abuelo.
-¿Qué?
-No te vayas.
-No comiences de nuevo.
-Déjanos ir contigo en el camión, prometo que me encargaré de mamá, que no molestaré con la pelota.
-Mira qué bien te queda –dijo el abuelo, despeinándole el cabello liso, que ya le cubría los ojos.
-No quiero que te vayas.
-No llores –la voz era autoritaria y dulce al mismo tiempo-: ya eres un hombre.
-Mentira, solo tengo seis años.
   El abuelo le limpió los mocos con su pañuelo blanco de tela.
-¿Por qué no puedo ir a la mina? Mamá también podría venir.
-La mina no es lugar para una mujer enferma –le dijo colocándole en el bolsillo corto un atado de billetes-. Ten, hasta que vuelva.
-Y si ella no…
-Aguantará, es fuerte. Tú sólo hazla reír.
   Ahora era el viejo el que tomaba la taza de peltre. La habitación había perdido claridad, con la caída de la tarde. Comenzaba a tornarse oscura y fría.” [p. 117].

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