lunes, 16 de octubre de 2017

El cuerpo y otra cosa


EL CUERPO Y OTRA COSA

Darío Jaramillo Agudelo
Valencia, Pre-Textos, Col. La cruz del sur, 2016, 50 págs.

   Nacido en Santa Rosa de Osos (Antioquia, Colombia) en 1947, Darío Jaramillo Agudelo ha cultivado varios géneros literarios: el ensayo (Poesía en la canción popular latinoamericana (2008), una obra autobiográfíca (Historia de una pasión, 2006) y varias novelas aparecidas en Pre-Textos (La muerte de Alec, 2013; Cartas cruzadas, 1993; Memorias de un hombre feliz, 2000; El juego del alfiler, 2002; Novela con fantasma, 2004; La voz interior, 2006 e Historia de Simona, 2011).
   Considerado como uno de los mejores poetas colombianos actuales, Darío Jaramillo es autor de ocho libros de poesía: Historias (1974), Tratado de retórica (978, Premio Nacional de Poesía), Poemas de amor (1986), Del ojo a la lengua(1995), Cantar por cantar (2001), Gatos (2005), Cuadernos de música (2008) y Solo el azar (2011). Su obra poética ha sido recogida en numerosas selecciones parciales y reeditada como obra completa en tres ocasiones: 77 poemas (Universidad Nacional, 1987), 127 poemas (Universidad de Antioquia, 2000) y Libros de poemas (Fondo de Cultura Económica, 2003).
   En 2016, la editorial Pre-Textos publicó El cuerpo y otra cosa, conjunto de composiciones en verso y en prosa poética, de la que reproducimos la composición de cierre, en que evoca desde un presente desolado a una mujer y un mundo perdidos.


ELEGÍA

TODAVÍA perduran esas tardes de sol: nada que esperar del mañana,
todo nos lo daba el día que vivíamos,
un pan desordenado del que confía en todo, sueño profundo, sueño quieto,
la mínima certeza de la carne con algo de ternura contra la mala sangre,
una displicente seguridad de que perduraríamos jóvenes, incólumes, sin mancha ninguna en las entrañas.
Todavía existen esas tardes sin desprecio y sin afecto por nada que no fuera nuestro goce:
el mundo entero cabía en el lecho donde nos amamos.
Vislumbro un jardín entre brumas: sentíamos el olor de los jazmines difuminados,
aquella niebla tenía los aromas leves de nuestros cuerpo,
ese perfume que llegó a ser otro perfume,
el olor inextinguible:
todavía cada bocanada de aire me mantiene vivo solamente por la esperanza de aspirar ese olor.
Corazón depredador, cloaca, ruina de un cielo que fue todo lo que yo haya sido:
ahora mi palabra sucia ronda aquellas ruinas de mí mismo:
te amé y eso basta,
abrazado a ti fui feliz,
ahora lo sé,
ahora cuando le perteneces a la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario