sábado, 30 de septiembre de 2017

Cuentas saldadas


CUENTAS SALDADAS

Juan Carlos Fernández Calderón
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. Vincapervinca, 2017, 400 págs.

   Nacido en Villafranca de los Barros, en 1962, Juan Carlos Fernández Calderón es un articulista e investigador que ha colaborado en medios radiofónicos y televisivos, y en presa escrita: diario Hoy, periódico ABC, así como en varias revistas (Cuadernos de Çafra, Papeles del Foro), atraído por el periodo de la transición y el tardofranquismo en la ciudad de Zafra, sobre personajes históricos del siglo XX, siempre con un enfoque político y social. Entre sus obras de investigación destacan: Hospital de Zafra. Apuntes para una historia (208), El centro sindical de Formación Profesional Santísimo Cristo del Rosario (2010), Notas para una historia del turismo en Zafra (2013) y Antonio Chacón Cuesta. Alcalde, diputado y procurador en Cortes (2015). En 2011 recibió el premio “Hontanar” de narrativa breve (Ponferrada, León) por su obra Fuego amigo.
   Cuentas saldadas, su primera novela que publica ahora la Editora Regional de Extremadura, sitúa su trama en una localidad ficticia, Riogrande de los Montes, en un periodo que abarca desde los años de la Transición hasta el umbral de la última crisis, ya en pleno siglo XXI, pero su elucidación se remonta a los años de la guerra civil en que tiene lugar el turbio episodio con que arranca una sucesión de corruptelas, protagonizada por una saga de caciques, que fueron toleradas o encubiertas por las instituciones del franquismo y proyectan su sombra ominosa sobre el nuevo y frágil régimen democrático sometido a la misma corrupción y a la misma arbitrariedad en el ejercicio del poder. Reproducimos un fragmento de los modos de hacer política durante el llamado tardofranquismo.

“-Gracias, Paredes, gracias. Sé positivamente que puedo contar con usted. Mire, los papeles, me los quedo. Usted no ha visto ni ha oído nada. Borre del registro de visitas la del comandante, y si no puede y alguien le pregunta, se inventa una excusa: que ha venido a traer una invitación para algún acto, qué sé yo, lo que se le ocurra. Y le advierte de mi parte que si se va de la lengua, me encargaré personalmente que ejerza de comandante, pero de puesto, en el cuartel más alejado y cochambroso que haya en las Canarias. Dígaselo así, que seguro que lo entiende.
-Seguro, seguro. Se lo dejaré bien clarito. Tiene mi palabra.
   El gobernador se levanta y automáticamente lo hace Paredes.
-Tengo un ardor de estómago que me mata, haga el favor de decirle a Marta que me traiga un poco de agua y bicarbonato. Y una pastilla de Okal, que también empieza a dolerme la cabeza. Y que no me pase llamadas, que por hoy ya tengo bastante” [pp. 120-121].

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