sábado, 17 de diciembre de 2016

Planes para no estar muerto


PLANES PARA NO ESTAR MUERTO

Diego González
Mérida, Editora Regional de Extremadura, Col. La Gaveta, 2016, 69 págs.

   Licenciado en Ciencias de la Información y diplomado en Dirección Cinematográfica y Guion, Diego González (Villanueva de la Serena, 1970) ha desarrollado su labor profesional en diversos medios de comunicación y trabaja, en la actualidad, como guionista y productor de contenidos audiovisuales. Autor de dos poemarios, Mil formas de hacer la colada (Málaga, Cedma, 2006) y Mudanzas en los bolsillos (Castellón, Ellago Ediciones, 2007), el escritor ha publicado relatos en compilaciones antológicas como Estrechando círculos (Don Benito, 1999) y Siempre relatando (Diputación de Badajoz, 2005). En 2006 logró el premio “Felipe Trigo” de novela corta con La importancia de que las abejas bailen.
   Con una impronta poética semejante a la de la novela anterior, ve ahora la luz, en la Editora Regional de Extremadura, Planes para no estar muerto, una novela corta en que una sucesión de aparentes microrrelatos, todos titulados, construyen, mediante una expresión ceñida y escueta, las trayectorias de Ashe, el narrador, Dao Ji, el anciano obligado a un regreso a su tierra que tiene la condición de la derrota y Xiu Mei, la niña-gato empujada por sus padres a la prostitución, tres seres marcados por el desarraigo, la infelicidad y la certeza de la muerte (que, como se sabe, prefiere a quien no tiene proyectos pendientes).
   Reproducimos el momento en que sus destinos se cruzan en un instante crucial para todos ellos.

EL MIEDO

   Tengo miedo, ha dicho Dao Ji mientras pagaba. Aquí tienes tu dinero. Dudo si debo cogerlo, pero finalmente lo hago. Es un trabajo y Dao Ji tiene descuento porque se marcha, Y es mayor. Demasiado. Y está aterrado porque sabe que va a morir. Los chinos regresan a China cuando mueren o cuando han cumplido su historia. Aquí solo quedan los jóvenes y los fantasmas. Y Dao Ji siente pánico porque es de Qingtian, del lugar en que nueve de cada diez partes son montañas. Y en Qingtian ya no debe quedar nada ni nadie de lo que había cuando Dao Ji se fue. Hace 50 años.
   Tengo miedo, me dice mientras escribe unos números sobre un papel para asegurarse de que nada se pierda en su memoria. Lleva las cuentas de sus negocios en pequeñas hojas que maneja cuidadosamente con sus largos y huesudos dedos. Es viejo, casi tanto como su pánico, así que le insisto en que no se preocupe, que yo me encargo de todo, y le agarro con fuerza la mano que tiende el dinero para que me crea. Estoy asustado, solloza Dao Ji, porque voy a regresar y no tengo una bonita historia para mis muertos. No se preocupe, repito, yo cuidaré de que esté en paz con ellos.
   Entonces saco del bolsillo un papel doblado. Es lo pactado. Aquí tiene la lista. Está escrita con rotulador de punta fina, como le gusta a la niña-gato. Así podrá leerla en la oscuridad.
   En unos días Dao Ji ya no volverá a verme. Se marchará para siempre y dejará a la niña-gato conmigo. Por eso busca un orden en las cosas, para que todo salga bien. [pp.15-16]

No hay comentarios:

Publicar un comentario