viernes, 23 de septiembre de 2016

Para conocer a García Márquez


PARA CONOCER A GARCÍA MÁRQUEZ
José miguel Alzate
Manizales (Colombia), Manigraf Grupo Editorial, 2015, 145 págs.

   Nacido en Aranzazu (Caldas, Colombia) en 1954, José Miguel Alzate inicia su carrera literaria en el diario La patria donde comenzó a hacer crítica literaria desde los diecisiete años, hasta convertirse, en la actualidad, en uno de los columnistas más leídos del periódico El tiempo, de Bogotá, en el que colabora desde 2010. Su obra se abre a la crítica y al ensayo (Javier Arias Ramírez, un poeta de Caldas, 1989; Conceptos libres, 1997; Aranzazu, su historia y sus valores, 2000; Samaná en la historia, 2001; El sabor de la nostalgia, 2003; Entre la soledad y la angustia, 2013) y al relato (Sinfonía en azul, 2002, premio departamental de literatura en el género de cuento del año anterior). El año pasado vio a luz su última obra, Para conocer a García Márquez, un estudio pormenorizado sobre la vida y obra del autor de Aracataca, del que reproducimos un fragmento que incide sobre el lugar central de Cien años de soledad en su trayectoria literaria.

   “Cien años de soledad cuenta la historia completa de Macondo a través de la familia Buendía desde que el primer José Arcadio y la primera Úrsula la fundaron, mitológicamente, a doce kilómetros de un galeón español anclado en plena selva. Pero apunta hacia algo más: es una metáfora minuciosa de toda la vida americana, de sus peleas, sus malos sueños y sus frustraciones. Los cuatro libros previos de Gabriel García Márquez aparecen ahora como meros afluentes de esta novela total: los tropeles verbales de La hojarasca han moderado su trote; las íntimas inclinaciones de cabeza de El coronel no tiene quien le escriba se aplican –son sus mimas reticencias- a la historia de Remedios Buendía, una casada impúber a quien García Márquez retrata mediante escamoteos psicológicos. Solo Los funerales de la Mamá Grande, último cuento de un libro homónimo, anticipa con sus tempestades episcopales y su tremendismo babilónico, los mejores momentos de Cien años. Macondo ha sido siempre, salvo en El coronel, el obsesivo protagonista de estas ficciones, el surtidor de símbolos” [págs.136-137]

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