domingo, 10 de noviembre de 2013

Enredada calma


   El pasado sábado (9.11.13), el periódico Hoy publicaba en su suplemento "Trazos" una reseña de Enrigue García Fuentes sobre Enredada calma, el primer libro de poemas publicado por Víctor Valadés (Don Benito, 1975), que, con el permiso de su autor, reproducimos.

Complicado discurso

Por las razones que sean ha transcurrido un importante tiempo de silencio sin que la más que benemérita colección “Alcazaba”, de la  Diputación de Badajoz, asomase a la estanterías. Y era una pena porque todo buen conocedor de la poesía en nuestra tierra sabe que en ella vieron la luz textos hoy insoslayables en el ámbito poético nacional. Por eso es muy de agradecer que, de nuevo con una presentación distinta, pero conservando el cuidado y la dedicación que siempre la caracterizaron, lleguen a nuestras manos nuevas entregas de esta aventura editorial.
            Lo que hoy traemos es la primera obra publicada por Víctor Valadés, extremeño natural de Don Benito, donde nace en 1975. El siempre bien informado Simón Viola sabe de sus prontos flirteos con lo literario y que en 2002 logró el primer premio de los Juegos Florales del Colegio Claret, en su XXX edición, con un poemario titulado Olores de desencanto, que no parece haber llegado a la imprenta. Nos encontramos, pues, ante una nueva irrupción en el fértil panorama poético de nuestro territorio, cosa estimulante siempre, y que, por una vez, no viene de Plasencia y su entorno, lugar donde la semilla literaria parece haber agarrado de forma sólida últimamente. En un momento especial, donde los selenitas irredentos están llevando a cabo, desde su ámbito estrictamente privado, la mejor puesta al día que se ha realizado de la producción poética en Extremadura de los últimos veinte años, satisface enormemente encontrarnos con que las instituciones, en la medida en que pueden, vuelven a apoyar iniciativas tan minoritarias como la que nos ocupa.
            Enredada calma, conviene decirlo desde el primer momento, es un poemario abrupto, casi incómodo, con versos afilados como aristas que causan más estupor que daño cuando se nos clavan. Estamos ante una escritura sorprendente (“tu ausencia era una tilde / en una palabra que no la necesita / y por eso comía mirando a la pared”), poco amiga de levedades y sutilezas (“la esclavitud se parece a tus dientes / mordiendo mi miembro amoratado”), de bruscos volantazos que nos sumen en una peligrosa inseguridad cuando viajamos por sus vísceras (“Te quiero sin demasiado deleite, / amando la distancia / de una electricidad entretenida / que viene a matar”), sin recato al no esquivar las posibilidades que ofrece lo nuevo por prosaico que pueda antojársenos (“Porque mi corazón es como un iPad / y cuando la energía no existe, se borra.”). Y es que éste es un libro muy en carne viva, muy sugerente; tan intrincado como decididamente imperfecto. Valadés basa muchos de sus efectos en el equívoco, lo que evidencia su dominio del lenguaje y el manejo sólido de los recursos más básicos, por eso es más que necesaria la constante relectura en su trayecto. Ya el oxímoron que campea en el mismo título del poemario nos advierte de lo tortuoso de su recorrido. Y en su interior, midiendo bien las pausas, esperando del lector la correcta lectura que le permita gozar de la ambivalencia de su mensaje, Valadés nos reta con su atrevido discurso. Precedido de la introducción en forma de poema (“El río de diferentes corrientes”) planteado como una especie de monólogos alternativos (que no diálogos), discurrimos por veintiséis poemas –todos con título, algunos muy sugerentes, “La humedad del purgatorio”, “A lo mejor se llega por aquí…”, “El pastel está en la mesa”, “Un regalo sin demasiado de nada”- agrupados en tres partes de similar duración, nueve, nueve y ocho poemas en cada una. La unidad temática queda conferida desde el primer poema señalado, pues nos da la impresión de asistir a un discurso donde los amantes no hacen más que echarse las cosas en cara, hablarse en tono desairado (desafiando la ley no escrita del discurso embellecedor), lo que, sin embargo, pese a su densidad y a su carácter un tanto críptico, termina por dotar a los versos de una apreciable sensación de cercanía.
Desgaste, sinrazón, enumeraciones caóticas, un discurso melopeico, tan absurdo a veces como bien timbrado la mayoría de las mismas, conforman un racimo de poemas sin salida aparente, gozosos en su errático devenir, retándonos a descubrirles un hilo conductor y quedando tan airosos como indolentes si no somos capaces de conseguirlo. Importa bien poco que vayan o no por ahí los tiros; cuando la calma se enreda pierde su peculiaridad más intrínseca; e incomoda; e intranquiliza.

ENRIQUE GARCÍA FUENTES


Víctor Valadés, Enredada calma. Badajoz, Diputación de Badajoz, col. Alcazaba, 2013.

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