miércoles, 5 de enero de 2011

Los ojos vacíos


Nada menos que siete eurazos le ha costado a Fernando Aramburu enviarme desde Hannover Los ojos vacíos (Barcelona. Tusquets, 2000), un regalo de Reyes que me prometió y le agradezco profundamente.
En la entrevista publicada el último día del año en “Trazos”, el escritor afirmaba “Por lo demás, tengo la aspiración de no escribir siempre el mismo libro con distintos títulos”. Nunca pude imaginarme en qué medida este propósito era real hasta que, tras haber leído Los peces de la amargura y Viaje con Clara por Alemania, he comenzado la lectura de esta novela: “Al decir de mi pobre madre, que en paz descanse, mi padre fue uno de tantos extranjeros que en 1916 llegaron a Antíbula con el secreto encargo de matar al rey Carfán III”. He recordado entonces, tal vez por las similitudes tanto como por los contrastes, el comienzo de Pedro Páramo (“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo”).

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