viernes, 20 de marzo de 2009

"Hagamos de este lugar un territorio" (I)






DESDE FUERA

Álcaro Valverde
Barcelona, Tusquets. Col “Nuevos textos sagrados”, 2008, 180 págs.

Álvaro Valverde (Plasencia, 1959), uno de los escritores con mayor proyección fuera de Extremadura, es autor de una obra poética jalonada por títulos tan relevantes en la historia de la poesía española contemporánea como Las aguas detenidas (Madrid, Hiperión, 1989), Una oculta razón (premio “Loewe”, Madrid, Visor, 1991), A debida distancia (Madrid, Hiperión, 1993), Ensayando círculos (Barcelona, Tusquets, 1995), y Mecánica terrestre (Barcelona, Tusquets, 2002).
En un temprano poema sin título recogido luego en una antología (La generación de los ochenta, 1988), el poeta cerraba la composición con un designio firme: “Hagamos de este lugar un territorio”. Años más tarde, el propio escritor afirmaba que ese verso encerraba “una declaración de intenciones, una toma de postura” y, en efecto, libros poéticos posteriores han venido a confirmar el carácter fundacional de esta metáfora entendida tanto en un sentido físico (un lugar o unos lugares predilectos), como en un sentido literario (un espacio estilístico singular), como en un sentido personal (el yo en su existir).
Pasados los primeros proyectos juveniles, marcados por las indagaciones, por la búsqueda de una voz personal (la poesía anterior, digamos, a un libro de 1985, titulado precisamente Territorio), la obra de Álvaro Valverde ha merodeado en torno a estos tres ámbitos (la naturaleza, la poesía, la existencia) y sus obras sucesivas han venido a dibujar la imagen precisa de la naranja, con sus gajos ordenados en torno a un eje central, según la interpretación que en cierta ocasión le oí a Gonzalo Hidalgo Bayal (parece ser que la idea original es de Sánchez Ferlosio), posiblemente el más lúcido lector de Valverde, y que, en síntesis, dice que frente a quienes, escritores o lectores, conciben una trayectoria literaria como una superación de obstáculos, en que la segunda obra ha de mejorar la primera (como una cebolla y sus capas), “en la obra de un autor hay una materia, un núcleo, un centro; una vez que este logra una cierta madurez, lo que hace es girar en torno a esa materia o núcleo, que, por lo demás, puede ser más o menos amplio, más o menos plural”.
En una “nota del autor” final, el escritor informa de que el libro ha sido compuesto entre 2000 y 2007 y de que ciertos bloques aparecieron publicados con el mismo epígrafe que ahora conservan (esto es, que poseían cuando fueron publicados una voluntad de unidad temática). Así, “Sur”, vio la luz, como plaquette, en el número uno de la colección Alcancía (Plasencia, 2003); “Lugares del otoño” apareció en el número 5 de “El astillero”, separata de la revista Ultramar, en 2006; “Imaginario” se publicó en una carpeta dedicada a Godofredo Ortega Muñoz aparecida en 2007 (junto con poemas de Santiago Castelo y Javier Rodríguez Marcos).
Estas informaciones no son superfluas. Comprendemos que el libro, que ha vivido ya en esos proyectos menores, ha ido creciendo lentamente con el paso de los años, que no estamos ante un poemario elaborado cuidadosamente para seducir a un jurado, sino que es el resultado de la traducción lírica que una personalidad poética (creadora y lectora) da de su vivir durante un tramo temporal en el que cualquier novelista puede inundar el mercado con miles de páginas, casi todas olvidables.

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